La jubilación es un estado nuevo al que se llega, por distintas circunstancias -edad, incapacidad, etc.- normalmente por cesar en la actividad laboral, que obliga a la persona que se jubila a asumir un nuevo rol y a un replanteamiento de la vida.

Con ella se inicia un proceso que supone una nueva etapa en el ciclo vital de la persona que, debido al aumento de la esperanza de vida y a que la edad de jubilación ha ido adelantándose, tiene en la actualidad una duración media de unos 20 años.

Sin lugar a dudas, constituye un acontecimiento que tiene diferente significado para cada persona, siendo deseado por algunas de ellas y rechazado por otras, debido al conjunto de cambios y efectos que la jubilación conlleva y que, como se ha mencionado anteriormente, obliga a la persona a replantearse su vida y a adaptarse a la nueva situación.

Quizás al establecer el balance entre los riesgos y amenazas, por una parte, y las oportunidades, por otra, que ofrece la jubilación a la persona que se ve obligada a dejar su actividad laboral, hayan predominado los factores negativos, como consecuencia de los efectos ocasionados por la pérdida del empleo: disminución de los ingresos, tiempo libre sin ocupar, inactividad, falta de trabajo y pérdida del estatus de trabajador, desvinculación social, disminución de los contactos sociales, disminución de algunas capacidades, enfrentamiento con el envejecimiento, problemas de salud o de dependencia, etc. Y todo ello sin considerar la posibilidad del llamado síndrome de la jubilación, con sus manifestaciones de tipo físico –insomnio-, psíquico -depresión, ansiedad, etc.- y social –soledad-.

Es preciso romper con los falsos mitos y estereotipos que la sociedad ha venido acuñando sobre la jubilación, imputando a la misma aparentes transformaciones en el jubilado que la mayoría de las veces tienen su origen en causas internas a la propia persona y no al hecho de haber puesto fin a su actividad laboral. Es cierto que la jubilación supone un cambio de actividad, pero es uno de los muchos cambios que la persona experimenta a lo largo de su ciclo vital que, sin lugar a duda, comporta riesgos pero asimismo oportunidades. El problema, mejor dicho, el reto que se le plantea al jubilado es el de adoptar una actitud positiva, decisiva para adaptarse de forma saludable a los cambios que conlleva la jubilación.

Todos los estudios ponen de manifiesto la gran capacidad de adaptación a los cambios que tienen el hombre y la mujer, cuyos efectos tienen normalmente una limitación temporal -dos años-. No obstante, pueden adoptarse medidas para adaptarse mejor a la nueva situación y anticiparse a los cambios antes de que se produzcan: el conocimiento de uno mismo como recurso para afrontar el cambio, una mayor dedicación a la familia y a las relaciones sociales, la organización del tiempo libre, aprender a disfrutar del ocio, conocer las prestaciones sociales a las que se tiene derecho y acogerse a ellas, son algunas de dichas medidas.

«El problema, mejor dicho, el reto que se le plantea al jubilado es el de adoptar una actitud positiva, decisiva para adaptarse de forma saludable a los cambios que conlleva la jubilación.»

Si bien es cierto que la vejez está asociada a la edad, también es cierto que la edad no es el criterio para definirla. A pesar de ello, también existe el falso mito de que el envejecimiento comienza con la jubilación. El envejecimiento es un proceso natural inherente al ser humano que evoluciona de forma diferente en cada persona, que depende de su estado y de muchas circunstancias, y que se inicia, en la mayoría de los casos, a lo largo del período de jubilación.

Por ello, a los riesgos que amenazan a la persona jubilada, por el mero hecho de la jubilación, hay que añadir los que puedan provenir de su envejecimiento: problemas de salud -sueño, artritis, presión arterial…-, manifestaciones motoras y físicas -problemas de movilidad, fatiga…-, manifestaciones cognitivas -declive intelectual, problemas de memoria…- y manifestaciones socio afectivas -soledad, depresión, aburrimiento…-.

Por tal motivo, las instituciones públicas, tanto nacionales como internacionales, están proponiendo e impulsando prácticas a favor de lo que se ha venido a llamar un envejecimiento activo y saludable que permita elevar la calidad de vida de los ciudadanos y, a nivel social, aliviar la carga de la dependencia. Se pretende, en definitiva, que la persona mayor logre el máximo de salud, bienestar, calidad de vida y desarrollo social, considerando su potencial físico e intelectual, así como las oportunidades que le brinda la sociedad (Mendoza-Núñez, 1996).

Al igual que en el caso de la jubilación, se trata de cambiar las actitudes viejas y aprender a pensar positivamente para mejorar la vida, encontrando la parte buena de las cosas, sin querer decir con ello que se ignoren los problemas existentes.

Con el fin de prevenir y evitar en lo posible los efectos negativos que la jubilación y el envejecimiento pueden provocar en las personas -neurosis de retiro y visión negativa de la vejez- y facilitar la adaptación a los cambios, han empezado a impartirse Cursos de Preparación para la Jubilación Positiva, que, más que cursos propiamente dichos, son instrumentos de información-formación para que las personas jubiladas asuman su nuevo rol positivamente, adquieran hábitos nuevos y mantengan su calidad de vida en la nueva etapa vital.

En definitiva, se trata de planificar nuevas actividades y diseñar un plan de vida, con nuevas conductas y valores, identificando deseos y necesidades, y previniendo los posibles efectos negativos que puedan surgir. El resultado dependerá de la respuesta del alumno, que haga suya la información, la interiorice y adapte su conducta a ella.

Con el fin de fomentar el envejecimiento activo y la participación del mayor así como el y acompañamiento a las personas mayores con dependencia en diferentes grados y otros motivos de vulnerabilidad, creamos el Proyecto La Tercera No es la Vencida, destinado a la Dependencia en todas sus fases.

Este programa se lleva a cabo en colaboración con la Comunidad de Madrid,  el Área de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Madrid,  con  IMSALUD y otras instituciones, coordinándose con cada uno de ellos.