Este fin de semana falleció Javier Barandiarán, voluntario de la primera hornada, primer e implicadísimo coordinador del voluntariado en el centro municipal de acogida San Isidro, ingeniero y hombre disciplinado de aquéllos que creaban autoridad y prestigio en torno a él, desde el servicio a los demás y la coherencia de vida con los compromisos asumidos libremente.

Muchos ya no le conocerán pero hasta que su salud se lo permitió no se ahorró ningún esfuerzo para mantener unido e implicado al primer equipo de voluntarios del CASI: Eugenio, Félix, Ceferino, Fernando y muchos otros, que construyeron el modo de hacer el voluntariado de acompañamiento a personas sin hogar.

Muchos recordamos sus intervenciones en las reuniones de coordinadores, proponiendo a todos ir por delante en la constancia y responsabilidad con el voluntariado. Nos sonreímos al rememorar su historia de amistad con Carmen, esa mujer de etnia gitana vapuleada por la vida, moviéndose de un sitio para otro, que cuando fue atendida por los servicios sanitarios de una ciudad del sur, el único nombre que gritaba extendiendo un papel con el teléfono de su “amigo y voluntario”, era Javier.

Nuestro querido presidente de honor le ponía de ejemplo en muchas ocasiones y, aunque su personal e intransferible estilo de hacer no era para todos, sí supuso una fuente de inspiración para los que luego siguieron la tarea que él -con mucha pena- tuvo que dejar.

Fue “machacón” en implantar la figura del “voluntariado pasivo”, refiriéndose con ello a que se acompañara a aquellos voluntarios que por edad o enfermedad, no sólo habían tenido que dejar la actividad, sino que además necesitaban compañía y calor de otros voluntarios.

«Nos sonreímos al rememorar su historia de amistad con Carmen, esa mujer de etnia gitana vapuleada por la vida, moviéndose de un sitio para otro, que cuando fue atendida por los servicios sanitarios de una ciudad del sur, el único nombre que gritaba extendiendo un papel con el teléfono de su “amigo y voluntario”, era Javier.»

Y ahí se adelantó a los tiempos… Rafael Izquierdo -ya se habrán saludado en las alturas…- decía con un realismo endulzado por su socarronería, que muchos pasaríamos de voluntarios a usuarios. Y, poco a poco, éste es un servicio que querríamos seguir implantando en Desarrollo y Asistencia.

Gracias, Javier. Te imaginamos -ahora que el tiempo y el espacio no te limitan- susurrándonos al oído alguna de esas reprimendas cariñosas pero firmes, como cuando llegabas a la oficina de la ONG a revisar temas de la coordinación.

¡Muchas gracias! Eres uno de esas personas que iniciaron Desarrollo y Asistencia y nos dejaste tu ejemplo y tu palabra. Aquí seguimos, en la brecha. Y desde aquí te rendimos los honores que te mereces….